martes, 5 de diciembre de 2017

Y todo el mundo debería aprender a pedir


Un recluso de un centro de sanación estaba harto de estar encerrado y un día decidió escaparse a ver si conseguía fiesta. La primera vez no consiguió nada. La segunda simplemente decidió pasear. La tercera fue más larga, pidió y durmió en la calle.  La tercera ya estaba desesperado por volver a su país así que decidió caminar hasta la playa, pidió y durmió en la calle, pero no logró devolverse. A los días la gente del centro se dio cuenta de que no podían hacer más nada por él y lo devolvieron en avión a su casa.
Después de noches de alucinaciones, demonios y espantos, caídas y recaídas, comenzó a buscar un camino bueno, alguien que lo ayudara a olvidar y a sanar de verdad.  Fue a la iglesia, y no encontró sanación, conoció a un monje budista zen y entro en meditación y allí fue como después de años de práctica se dio cuenta de que no tenía que salir a pedir, para pedir en realidad, y empezó a pedir desde su zafú al universo interno.

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