Un recluso de un centro de sanación estaba harto de estar
encerrado y un día decidió escaparse a ver si conseguía fiesta. La primera vez
no consiguió nada. La segunda simplemente decidió pasear. La tercera fue más
larga, pidió y durmió en la calle. La tercera ya estaba desesperado por
volver a su país así que decidió caminar hasta la playa, pidió y durmió en la
calle, pero no logró devolverse. A los días la gente del centro se dio cuenta
de que no podían hacer más nada por él y lo devolvieron en avión a su casa.
Después de noches de
alucinaciones, demonios y espantos, caídas y recaídas, comenzó a buscar un
camino bueno, alguien que lo ayudara a olvidar y a sanar de verdad. Fue a
la iglesia, y no encontró sanación, conoció a un monje budista zen y entro en meditación
y allí fue como después de años de práctica se dio cuenta de que no tenía que
salir a pedir, para pedir en realidad, y empezó a pedir desde su zafú al
universo interno.
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