Era un día cualquiera, era niño y jugaba con los hijas de la
conserje. Un día al entrar en su apartamento, vi una estatua de piedra
horrible, un demonio gris pisando una piedra.
Mi primera impresión fue de espanto.
Nunca olvidé esa imagen, ni el daño que me hizo, que no curó hasta que
ya viejo les conté a mis padres y a un amigo lo que había visto. Y pude
acordarme de mi imagencita del niño de los remedios. Jesús.
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